La discriminación sufrida por el colectivo LGTB ha hecho que en muchas ocasiones nos tengamos que ocultar, negarnos a nosotros mismos para subsistir en un contexto hostil. Es lo que se conoce como estar al armario. De aquí viene un de las principales discriminaciones del colectivo: la invisibilidad. El hecho de tenernos que esconder hace que no seamos “visibles” ni para el resto de sociedad, ni para las personas de nuestro propio colectivo. Y esto lleva a una carencia de referentes que dificulta el desarrollo personal de los individuos LGTB. Con todo, esta invisibilidad no afecta por igual a todos los colectivos que participan del movimiento LGTB. Desde sus inicios los gays han tenido un protagonismo sobredimensionado respecto su peso real en la sociedad. Por eso, desde el mismo movimiento, cuando se han analizado sus propias carencias, se ha dado cuenta, y por eso ha generado días específicos de visibilidad: como por ejemplo el pasado 26 de abril el de la visibilidad lésbica. Una apuesta que permite cubrir las carencias en el avance en la liberación de las personas LGTB.
La invisibilidad de las lesbianas no tiene que ver sólo con la del colectivo LGTB, sino también con la de las mujeres que, a pesar de ser más de la mitad de la población, no han visto históricamente reconocido sus méritos. Una invisibilidad dada por el papel social, exclusivamente, de cuidadora que ha tenido tradicionalmente en las sociedades patriarcales, pero también de asexuales y la expulsión histórica que han sufrido del espacio público que ha sido reservado a los hombres. La pretendida asexualidad ha invisibilizado todavía más, en las sociedades de moral conservadora, la sexualidad lésbica. El feminismo ha sido, por tanto, una constante dentro del movimiento L, para un colectivo que ha sufrido una doble discriminación: por ser mujeres y por ser lesbianas. Con todo, no nos dejar de reconocer los pequeños avances que últimamente ha habido con la presencia pública de lesbianas, una visibilidad con carencias, sí, pero que empieza a funcionar.
La visibilidad del colectivo, pero, no es un hito fácil. Los medios no representan la realidad de forma equilibrada la realidad y pueden ser motores de tópicos: no siempre de los viejos sino que pueden generar de nuevos y relativamente positivos, a pesar de que en ocasiones sean excluyentes. La visibilidad de las lesbianas, en este caso pero también de los gais o transexuales, puede hipervisibilizar a determinados miembros del colectivo: las jóvenes, las profesionales, las triunfadoras, las muy bien situadas económicamente, aquellas que responden a rols más aceptables socialmente como por ejemplo a aquellas que son madres. El peligro de la visibilidad esta en poder focalizar sólo a quien puede ser más asimilable o más bien vistos socialmente, excluyendo al resto del propio colectivo. Con todo, el propio movimiento LGTB, ha demostrado que es capaz de hacer autocrítica y mejorar su propia tarea por la liberación. Tenemos que seguir trabajando en ello.