Me encuentro moderadamente contenta. He pasado de tener disforia a tener incongruencia con mi identidad de género, o con mi sexualidad. Sin embargo yo lo siento como un modo de vivir.
En estos días vivimos una eclosión de opiniones, artículos, ideas y modos de ver lo que la OMS ha cambiado. Estoy pasando por diferentes estados acerca de esta “noticia” al ver a varias personas trans* que opinan sobre este paso, pasito, triunfo… y me cuesta posicionarme.
Según el “ICD-11-HA60 Gender incongruence of adolescence or adulthood” se habla de términos como incongruencia marcada y persistente, género experimentado, disconformidad con características sexuales del sexo asignado… Como dijo Yuliuva Hernández, “Hablar de género, significa “desnaturalizar esencialidades” atribuidas a las personas en función del
sexo anatómico, en cuyo proceso de construcción han sido las mujeres las menos favorecidas en las relaciones sociales hombres-mujeres en tanto que pensamiento binario que caracteriza a la generalidad de las culturas, atribuye a lo “natural” lo que desvaloriza en el par de opuestos
naturaleza-cultura.”
En contextos médicos sería muy complicado introducir el par de opuestos “naturaleza-cultura” para dar continuidad a todo lo que ya tenemos avanzado por parte de todos los movimientos trans*. Y tal y como dice Amelia Valcárcel, “El feminismo es un internacionalismo”, podemos aplicar que los movimientos trans* son también internacionalismos, y estas cadenas rompen por el eslabón más débil.
Hablar desde países que tienen una sanidad universal que tienen cubiertos ciertos beneficios médicos y quirúrgicos, y ponen al servicio de las personas trans* un abanico de posibilidades para modificar el cuerpo, nos ha de hacer reflexionar.
Y nos ha de hacer reflexionar que las decisiones que se toman a nivel internacional, tienen repercusiones a nivel internacional. No es lo mismo ser trans* en Nicaragua que en Arabia Saudí, no es lo mismo ser trans* en Tailandia que ser trans* en España. Este hecho estructural es un internacionalismo que afecta de forma muy distinta dependiendo del lugar donde hayas nacido. Nos matan, en muchos países nos matan por el hecho de ser trans*, diga lo que diga la OMS. Para que un médico norteamericano atienda las peticiones farmacológicas de una persona trans*, a través de un seguro médico privado, sino estamos reflejadas dentro del CIE, tengo mis dudas acerca de cómo sería esta atención.
¿Salir del CIE o salir del DSM, a nivel internacional, asegura que todas las personas trans* de todo este planeta van a continuar teniendo la asistencia que desean? No sabría responder. La lucha debe continuar para que podamos universalizar todos los derechos adquiridos, y que éstos puedan ser universalizados para todas las personas trans*, independientemente de su origen.
Y que estos derechos no dependan de una u otra patología.
Que estos derechos sean universales, que esta lucha sea para visibilizarnos, que el imaginario social asimile que nuestros avances son avances para todos. Que nuestra forma de vivir no es solo nuestra forma de vivir, que es una diversidad cultural más, que es un enriquecimiento social que nos beneficia a todos y a todas.
Yo quisiera que no tuviésemos que vivir una “transición”, yo quisiera una sociedad que nos reconociera tal cual somos… con nuestra corporalidad. Que el género no tuviera nada que ver con el cuerpo.