Más allá de Nathan Verhels

Más allá de Nathan Verhels

El 30 de septiembre del 2013 el Estado belga le administró la inyección letal a Nathan Verhelst. Verhelst, un hombre transexual de 44 años, pidió al Estado que acabara con su vida tras realizarse una faloplastia (cirugía que consiste en la (re)construcción de un pene). En la rueda de prensa que ofreció horas antes de morir dijo: “Estaba listo para volver a nacer. Pero cuando me miré en el espejo me sentí asqueado. Mis pectorales no eran lo que esperaba y mi nuevo pene tenía síntomas de rechazo. No quiero ser…un monstruo.”

Podríamos destacar más detalles del caso pero me parecen más relevantes los debates que se tejen tras este titular que la historia personal de Nathan Verhelst. Es decir que no se trata de debatir sobre lo que él hizo con su vida (y su muerte) sino el contexto en el que esta vida (y esta muerte) han sido posibles y qué nos cuenta esta historia de la sociedad que habitamos, de nuestras normas sociales y de nuestras leyes. En este sentido pienso que el caso es especialmente paradigmático porque pone sobre la mesa múltiples debates éticos y políticos a la vez. En este artículo tan sólo abordaremos la cuestión de la modificación corporal de las personas transexuales pero es muy pertinente también el debate sobre la eutanasia. Bélgica es uno de los tres países europeos (junto con Holanda y Luxemburgo) en los que es legal la eutanasia si se demuestra un “sufrimiento físico y psicológico insoportable”. Podría ser interesante reflexionar sobre los límites de la definición de lo que en cada lugar se considera “sufrimiento insoportable”. Y sobre todo si en vez de asistir la muerte de quienes sufren no sería más efectivo erradicar las causas de esos sufrimientos cuando estos tienen que ver con malestares “sociales”. Básicamente porque la discriminación social genera muchísimo sufrimiento a buena parte de la población mundial y no creo que la solución sea facilitar su muerte. (Aunque son comprensibles las opciones individuales, como el caso de Nathan Verhelst, que no se quiso esperar a erradicar las causas de la violencia ).

Volviendo a la cuestión corporal, esta historia señala la importancia del cuerpo en nuestra cultura y de lo difícil que resulta vivir en el que uno no quiere. Muchas personas transexuales han encarnado a menudo esta idea con su empeño y perseverancia en modificarlo y transformarlo. El cuerpo que uno tiene es muy importante en nuestra sociedad, tanto que hay personas que se juegan la vida por cambiarlo. Y dicho sea de paso, cada vez más personas no transexuales recurren a las cirugías y los tratamientos médicos para modificarlo. España es uno de los países del mundo con mayor número de cirugías estéticas y pienso que este fenómeno debería, como poco, llamar nuestra atención. En qué mundo vivimos que la gente no quiere ya ni su cuerpo; ya no que no le guste del todo, o que deseara cambiar algunas cosas, sino que no se identifica con él, que no lo vive como propio, que se siente atrapada en él.

El cuerpo, la materia del cuerpo, es probablemente el lugar más natural que habitamos, y paradójicamente para muchas personas es un lugar terriblemente ajeno e incómodo. El cuerpo está profundamente interpretado por la cultura que constantemente produce significados sobre lo que es bueno o malo, lo que es bello y lo que es feo, lo que es hombre y lo que es mujer, lo que es blanco y lo que no, lo que es capacitado y lo que no.

Existen múltiples discursos médicos que señalan la cirugía de reasignación sexual como el mejor tratamiento para las personas transexuales. Y de hecho, buena parte de éstas modifican su cuerpo buscando mejorar así su calidad de vida. Actualmente hay importantes movimientos que reivindican la importancia de legalizar e incluso cubrir públicamente los tratamientos de modificación corporal de las personas transexuales. Pero la historia de Verhelst contradice esta teoría. No siempre la vida después de operarse es mejor, existen personas que incluso prefieren la muerte. Con esto no quiero decir que esta historia niegue todas las experiencias de personas transexuales que tras modificar su cuerpo han sentido una importantísima mejoría en su vida y en su autoestima. Lo que quisiera plantear es que la idea de que la solución al malestar está en el cuerpo es un problema, porque a veces aún modificando el cuerpo el malestar no desaparece, y entonces ¿que nos queda? El malestar en las personas transexuales acaba en su propio cuerpo, pero no estoy seguro de que ahí empiece. Creo que el hecho de vivir en una cultura en la que se nos ha explicado que existen solo dos cuerpos (macho y hembra), que tienen dos identidades de género asociadas (hombre y mujer respectivamente) y dos comportamientos vinculados a ellas (masculino y femenino) es gran parte del problema que experimentan las personas transexuales. Es más, creo que es la causa del problema.

El Estado belga fue el que asumió los costes y dispuso de los profesionales y los materiales para realizar los tratamientos de modificación corporal a Nathan Verhelst, algo que muchas personas podrían interpretar como muy progresista. La mayoría de países del mundo no cubren estas operaciones. Si situamos el progreso en que el Estado debe ayudar a la gente que quiera cambiar las partes de su cuerpo que no desea, pues sin duda Bélgica es una tierra prometida. Pero para mí lo deseable es que las personas no sientan la necesidad de modificar su cuerpo. La cobertura sanitaria pública de los tratamientos de las personas transexuales es una forma de paliar el sufrimiento de estas personas pero no tiene ningún impacto en la desaparición de este malestar, en el origen de estos sufrimientos.
Más allá de Nathan Verhelst, creo que es importante reflexionar sobre las soluciones que hemos inventado para paliar el malestar de las personas trans (y a menudo del conjunto de la población) y poder situar que la potencia de estas soluciones a corto plazo tiene también efectos a largo plazo. De la misma forma que reconocemos que la modificación corporal nos ha ayudado a sentirnos mejor debemos poder preguntarnos: ¿Exactamente, que va a hacer el día de mañana que nos sintamos más libres y felices? ¿Los quirófanos?

 

Miquel Missé (Barcelona, 1986). Sociólogo y activista trans. Ha participado en varios colectivos de lucha trans y ha sido un miembro activo de la Red Internacional por la Despatologización Trans como dinamizador de la campaña Stop Trans Pathologization. Ha editado conjuntamente con Gerard Coll-Planas/ El género desordenado: Críticas en torno a la patologización de la transexualidad (EGALES,2010) y recientemente Transexualidades, Otras miradas posibles (UOC, 2012). Actualmente es uno de los dinamizadores del Espacio Abierto Trans Intersex de Barcelona y del proyecte Cultura Trans.